lunes, 5 de junio de 2017

La Estrellas móviles 
Si algo tenían claro los astrónomos hasta los tiempos modernos es que las estrellas que vemos en el cielo nocturno estaban fijadas a una gran esfera rotante, sin que sus posiciones relativas cambiaran a lo largo del tiempo. Esta esfera giraría a nuestro alrededor en un ciclo diario, concepción que presupone un universo muy pequeño; de otro modo las velocidades estelares serían increíbles. Por ejemplo, hoy sabemos que la estrella Betelgeuse (en la constelación de Orión) se encuentra a 643 años luz de distancia. Para dar cada día una vuelta a la Tierra, debería moverse a una velocidad absurda de 168 años luz por hora, que convertida a km/h daría como resultado una cifra próxima a los mil seiscientos billones. Claro, que la alternativa era considerar que nuestro mundo completa a diario un giro sobre su eje, y esto implica que un ser humano situado en el ecuador terrestre se mueve a una velocidad de 1.668 km/h, lo que contradice nuestra impresión natural de estar en una Tierra inmóvil. Los vientos creados por un giro semejante serían tremendos.

A lo largo de la Edad Moderna, se fue extendiendo la idea de que el Sol es una más dentro de un universo de estrellas. En 1610 Galileo Galilei descubrió con su telescopio que la nube blanca que vemos en el cielo nocturno y llamamos la Vía Láctea estaba compuesta por muchísimas estrellas de apariencia diminuta. Y en 1755, el filósofo Immanuel Kant supuso que la Vía Láctea debía de ser un conjunto rotante, semejante a nuestro Sistema Solar pero formado por estrellas en lugar de planetas. Una de estas estrellas con movimiento de traslación sería nuestro Sol.


Naturalmente, en una galaxia rotante la posición relativa de las estrellas vistas desde un punto interior a ella cambia con el paso del tiempo. Si la humanidad no lo ha percibido a lo largo de la historia es solo porque el tiempo trascurrido desde que dibujamos mapas de estrellas es insignificante en relación con los 240 millones de años que dura un giro completo. Pero los modernos medios de medición permiten apreciar cambios sutilísimos, calcular la distancia aproximada a la que se encuentra cada estrella y trazar el mapa tridimensional de nuestra galaxia. Y así podemos predecir los cambios que se producirán en el futuro en la figura de las constelaciones.



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