La Estrellas móviles
Si
algo tenían claro los astrónomos hasta los tiempos modernos es que las
estrellas que vemos en el cielo nocturno estaban fijadas a una gran esfera
rotante, sin que sus posiciones relativas cambiaran a lo largo del tiempo. Esta
esfera giraría a nuestro alrededor en un ciclo diario, concepción que presupone
un universo muy pequeño; de otro modo las velocidades estelares serían
increíbles. Por ejemplo, hoy sabemos que la estrella Betelgeuse (en la
constelación de Orión) se encuentra a 643 años luz de distancia. Para dar cada
día una vuelta a la Tierra, debería moverse a una velocidad absurda de 168 años
luz por hora, que convertida a km/h daría como resultado una cifra próxima a
los mil seiscientos billones. Claro, que la alternativa era considerar que
nuestro mundo completa a diario un giro sobre su eje, y esto implica que un ser
humano situado en el ecuador terrestre se mueve a una velocidad de 1.668 km/h,
lo que contradice nuestra impresión natural de estar en una Tierra inmóvil. Los
vientos creados por un giro semejante serían tremendos.
A
lo largo de la Edad Moderna, se fue extendiendo la idea de que el Sol es una
más dentro de un universo de estrellas. En 1610 Galileo Galilei descubrió con
su telescopio que la nube blanca que vemos en el cielo nocturno y llamamos la
Vía Láctea estaba compuesta por muchísimas estrellas de apariencia diminuta. Y
en 1755, el filósofo Immanuel Kant supuso que la Vía Láctea debía de ser un conjunto
rotante, semejante a nuestro Sistema Solar pero formado por estrellas en lugar
de planetas. Una de estas estrellas con movimiento de traslación sería nuestro
Sol.
Naturalmente,
en una galaxia rotante la posición relativa de las estrellas vistas desde un
punto interior a ella cambia con el paso del tiempo. Si la humanidad no lo ha
percibido a lo largo de la historia es solo porque el tiempo trascurrido desde
que dibujamos mapas de estrellas es insignificante en relación con los 240
millones de años que dura un giro completo. Pero los modernos medios de
medición permiten apreciar cambios sutilísimos, calcular la distancia
aproximada a la que se encuentra cada estrella y trazar el mapa tridimensional
de nuestra galaxia. Y así podemos predecir los cambios que se producirán en el
futuro en la figura de las constelaciones.
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